martes, 17 de noviembre de 2009

ARTE EGIPCIO

El arte nace en el Egipto Predinástico, hacia el 4.000 a.C., hasta el 3.200 a.C. Sus inicios son muy similares a la última pintura prehistórica del Levante y el Mediterráneo. Consiste en cerámicas pintadas con figuras primitivas de animales. El desarrollo de las creencias religiosas favoreció las representaciones plásticas. Creían en la inmortalidad del alma y del cuerpo, gracias a su clima extremadamente seco y al suelo arenoso, que momificaba los cadáveres sin apenas elaboración humana. Las tumbas estaban bajo las propias casas, acompañando la morada de los vivos, y los difuntos eran agasajados como miembros de la familia a los que se proveía regularmente de comida, vestido y armas. Se les acompañaba de ajuares con estatuillas, orfebrería, etc. Cuando el culto se sofisticó, se construyeron casas de difuntos, y esto determinó el gran avance de la pintura, puesto de sus interiores se adornaban con frescos y bajorrelieves. Estas primeras pinturas tienen similares características a las pinturas rupestres: siluetas planas que flotan en espacios no demarcados por encuadramientos o líneas de suelo.
Los egipcios amaban demasiado el mundo terrenal para creer que sus placeres tenían que acabar necesariamente con la muerte. Creían que al menos los ricos y poderosos podían disfrutar eternamente de los placeres de la vida, siempre y cuando la imagen del fallecido estuviese reproducida en las paredes de la tumba. Por lo tanto, gran parte de la pintura egipcia está dedicada a los muertos. Sin embargo, es posible que no creyesen en la necesidad de hacer grandes gastos para asegurar una buena vida después de la muerte y que escogiesen la pintura como una forma de ahorrar trabajo y costes. En lugar del caro arte de la escultura o de la piedra tallada, se empleaba la pintura, una forma de arte más barata. Bien es cierto que el estilo pictórico ceremonial y formal utilizado en las tumbas no era el único que se practicaba. Ahora sabemos que muchos egipcios vivos (y ricos) tenían murales en sus casas elaborados en estilos de textura muy variada. Por desgracia, sólo quedan pequeños fragmentos de estos murales.

 

Pintura funeraria egipcia antigua

Quizá una de las imágenes más impresionantes de las tumbas egipcias sea la de las «Ocas de Meidum» (izquierda), tres aves majestuosas que aparecen en la tumba de Nefermaat (hijo de Esnefru, primer faraón de la IV dinastía) y de su esposa Itet; data de más de dos mil años antes de Cristo. Estas ocas son sólo un detalle de una pintura mural de una tumba de la antigua ciudad de Meidum, pero ya sugieren la vitalidad y la fuerza de los triunfos escultóricos que llegarían en los años siguientes.

Otra pintura funeraria egipcia, de la tumba de Ramosés, muestra una procesión de Plañideras (derecha). Ramosés fue ministro de dos faraones de la XVIII dinastía, Amenofis III y Amenofis IV (Akenatón). Las mujeres de la pintura son planas y esquemáticas (observe los pies), pero sus gestos angustiados vibran de dolor.
Para los antiguos egipcios lo importante era la «esencia eterna» , lo que constituía su visión de la realidad constante y sin cambios. Por lo tanto, su arte no se preocupaba de las variaciones cambiantes de lo externo para un mayor encanto visual, e incluso sus agudas observaciones de la naturaleza (evidentemente, pintadas de memoria) estaban sujetas a unas formas estandarizadas que muchas veces se convertían en símbolos. No se debe a ningún tipo de «primitivismo» el hecho de que sus escenas parezcan decididamente irreales: su habilidad técnica y su evidente comprensión de las formas naturales deja esta cuestión bien clara; más bien es la consecuencia directa de la función esencialmente intelectual de su arte. Cada sujeto se mostraba desde el ángulo que lo hacía más fácilmente identificable y, según una escala basada en el rango, de mayor o menor tamaño según la jerarquía social. Esto daba lugar a imágenes esquemáticas y de muchas formas. Esta dominante preocupación por la claridad y la representación «rigurosa» se aplicaba a todo tipo de temas, y por eso, la cabeza humana siempre se muestra de perfil, aunque los ojos se dibujan de frente. Por esta razón no hay perspectiva en la pintura egipcia, todo aparece en dos dimensiones
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Estilo y composición

La mayoría de las pinturas murales egipcias -como la de este ejemplo, Cazando aves (izquierda), de la tumba de un noble en Tebas- se crearon con la técnica de fresco secco. Según este método, la pintura al temple se aplicaba sobre yeso que previamente se había dejado secar, a diferencia del buon fresco, en el que la pintura se aplica sobre yeso húmedo. Aunque la vida salvaje de las marismas de papiro y el gato de Nebamon aparecen muy detallados, la escena está idealizada. El noble, que está de pie en la barca, sujeta en la mano derecha tres pájaros que acaba de cazar y en la izquierda sostiene su palo. Le acompaña su esposa, vestida con un elaborado traje y un pebetero aromático sobre la cabeza y con un ramo de flores en las manos. Debajo de las piernas de Nebamon aparece en cuclillas la pequeña figura de su hija, que está cogiendo una flor de loto del agua (éste es un ejemplo de cómo se mostraban las figuras más grandes o más pequeñas según su estatus, como ya hemos explicado). Originalmente, esta pintura formaba parte de una obra mayor que también incluía una escena de pesca.

 

Normas egipcias de representación

Hacia el 3.200 a.C. se produjo un avance que estableció las características que han de mantenerse invariables hasta el fin del imperio: aparece al fin la línea de suelo, sólidamente trazada, sobre la cual se alinean las figuras. Éstas se someten a una rígida jerarquización de tamaños y se acompañan de símbolos de status o divinidad, es decir, se conjuga -poco hábilmente en estos momentos- realismo más pictografía. La representación de la figura humana se realizaba según la llamada "regla de proporción", un estricto sistema geométrico de cuadrículas que aseguraba la repetición exacta de la forma ideal egipcia a cualquier escala y en cualquier posición. Era un sistema infalible que regulaba las distancias exactas entre las partes del cuerpo, que se dividía en 18 unidades de igual tamaño situadas en relación a unos puntos fijos de la cuadrícula; incluso especificaba la anchura exacta de la zancada de las figuras que aparecían andando y la distancia entre los pies (ambos pies se reproducían por la cara interna) en las figuras que estaban de pie.

Antes de empezar a pintar una figura, el artista dibujaba en la superficie de trabajo una cuadrícula del tamaño adecuado y después colocaba la figura. Una tabla de dibujo de madera de la XVIII dinastía (arriba) muestra al faraón Tutmosis III dibujado dentro de la cuadrícula.

Los egipcios no sólo decoraban las tumbas, también pintaban las esculturas. Se cree que el busto de Nefertiti (izquierda), una preciosa escultura de piedra caliza pintada de la esposa del faraón Akenatón, era una prueba porque fue encontrada entre las ruinas del estudio de un escultor. Es tan espectacular como un rostro de Botticelli, con el mismo anhelo exquisito y conmovedor. Muestra una relajación de las rígidas convenciones que imperaron en el arte egipcio de la primera etapa (y de etapas posteriores), ya que Akenatón rompió con el estilo tradicional. Durante su reinado, la pintura, la talla y la escultura fueron muy elegantes y originales.

1 comentario:

  1. Los felicito por todos los datos que buscaron. Espero que, ahora que se les termina la obligación de hacer el blog para mi cátedra, lo sigan por gusto personal de ustedes. Les recomiendo que para darle más seriedad al blog citen las fuentes de donde obtuvieron los datos. Me pareció muy buena la idea de vincular el blog a algunos links externos (como en la explicación de la diosa). Y sí, claro que sí que aprobaron.
    Prof. Iris Pérez

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